Blog México parte 18
La mejor forma de apreciar esta historia es escucharla contada por Martín, acompañada de sus actuaciones. Pero por ahora deberán conformarse con leerla. Llegamos a este pueblo perdido en las alturas de las sierras sur oaxaqueñas, famoso entre los mochileros y hippies por sus hongos mágicos.
Veníamos de días muy intensos, causado por todas las emociones vividas en las últimas semanas. Sin embargo, la tranquilidad extrema de este sitio nos perturbó bastante y luego de estacionar el Camper nos caminamos el “centro” en menos de 15 minutos. Y ahora? Que hacen los hippies acá además de comer hongos, especialmente cuando se encuentran fuera de temporada?
Nos enteramos sobre el Temazcal: ritual prehispánico con tambores, realizado dentro de una especie de horno de barro y con piedras calientes, que te hace traspirar y purificar mucho más que el cuerpo. Averiguamos que solo dos personas en el pueblo hacían temazcal, y por casualidad ambos se llamaban Paco. Fuimos a lo del Paco más cercano, pero tras tocar la campana largo rato y no recibir respuesta alguna, desistimos. Ya se estaba oscureciendo cuando nos contaron que el “otro” Paco iba a estar haciendo Temazcal toda la noche porque aquel día era luna llena. Le pedimos a un moto-taxi que nos llevara hasta allá pero nos dijo que solo podía alcanzarnos dejándonos sobre la carretera y que desde ahí tendríamos que caminar unos 20 minutos. Nos nos recomendaba ir si era nuestra primera vez, porque nos podíamos perder. Desalentados, le preguntamos a otro moto-taxi, pero éste nos dijo que con la ayuda de un mapa que nos dibujaría, llegaríamos sin problema. Y que “los tambores de Paco nos marcarían el camino”.
Nos dejaron a oscuras en una carretera completamente desconocida para nosotros y con la ayuda de su “mapa” nos adentramos a las profundidades del bosque. Cayendo en cuenta de la locura de la situación en la que nos habíamos metido, llegamos a una casa, pero ningún tambor se escuchaba. Continuamos un poco más, pero la vegetación ya nos bloqueaba el paso, por lo que volvimos hacia la casa y ahora sí, escuchamos los tambores que nos guiaron hasta el “horno de barro”. Una chica nos recibió diciéndonos que ya habían empezado pero que nos podíamos incorporar. Nos quitamos la ropa para ponernos el traje de baño (debían hacer 10°C!) e ingresamos al temazcal en el que ya habían dentro 8 personas. Adentro la oscuridad era total, y Paco nos explicó que la idea era que por un rato la visión dejara de ser nuestro principal sentido para que los otros tomaran importancia: el cuerpo sintiendo el calor que emergía de las piedras calientes, el olfato percibiendo los aromatizantes utilizados, el paladar degustando el té que circulaba entre los allí presentes, y por supuesto: la música de los tambores haciendo bailar nuestros oídos. Perdimos la noción del tiempo ahí dentro, repitiendo una y otra vez los cantos que Paco evocaba.
La experiencia puede ser más o menos espiritual dependiendo la persona. Pero que es una experiencia única, en la que estás por un rato en un estado extraño de transición, y que vale completamente la pena probarlo, no se discute. Nos divertimos mucho! Antes de salir, Paco nos mojó con agua fría para que el cambio brusco de temperatura no nos afectara y tras pronunciar la frase: “permiso para renacer“, nos abrió la cortina para salir nuevamente hacia la realidad. Nos cambiamos junto al resto, y regresamos caminando bajo la luz de la luna llena. Una vez más, teníamos una historia para contar.